Es fácil encontrar en un núcleo familiar, situaciones y momentos en los que no sabemos actuar. Nuestros hijos llevan una evolución, pero esto no quiere decir que esta evolución sea constante.
Las evoluciones y los cambios por los que pasan nuestros hijos y nosotros, son variables y dependen de muchos factores como trabajar fuera de casa, las condiciones en la escuela, la gestión de la frustración, la edad y la madurez del niño, pero el factor que más influye y más afecta , es el tiempo.
El tiempo que dedicamos a nuestros hijos debe ser un tiempo de calidad , que permite interactuar en tiempo y en espacio , potenciando sus posibilidades y gestionando sus emociones.
Los padres nos quejamos de que los hijos no les obedecen o bien que no les hacen caso o que tienen que repetir las cosas muchas veces para que los entiendan.

Esto no solamente depende de la edad sino de la madurez. Por ejemplo , un niño de dos a tres años no puede mantener la atención más allá de 15 minutos. Si cuando estamos dándole una señal o una orden, el niño está empleando esos 15 minutos en mirar un dibujo, en pintar o Simplemente caminar más rápido , es prácticamente imposible que pueda captar esa orden.
Debemos conocer además cómo es la evolución natural de su neurodesarrollo. Por ejemplo , sobre los dos o tres años es normal que los niños tengan conductas contrarias a la de sus padres, ya que es una edad en la que ponen a prueba su autoridad. Y en ese momento es en la que la familia suele entrar en shock, suelen creer que es un caos y que su hijo no va a mejorar su conducta.
La inmadurez es propia de la evolución de los niños . por tanto, algunos niños no tienen la capacidad aún para saber esperar, para tener un turno, para discutir una determinada idea, para gestionar una determinada emoción, para saber si lo que está haciendo está bien o no.

Cuando un niño aprende una conducta suele ser porque esta conducta tiene alguna consecuencia positiva, como tener la atención de los padres, como tener aquello que le gusta, como seguir viendo la televisión cuando sus padres le han dicho que no lo haga. Los niños aprenden las diferentes conductas entre ellas el ser obedientes, por los estímulos que le ofrecen los adultos , de cómo estos reaccionan frente a su conducta, y de lo que sus neuronas espejo , recogen.
Las neuronas espejo son unas neuronas que permiten la captación de determinados estímulos a través de los órganos de los sentidos sobre todo de los demás generando una información en nosotros mismos. Por tanto, tenemos mucho que aprender. Cuando un niño no obedece debemos de preguntarnos: ¿Qué está viendo en mí ?, ¿ Qué necesita de mí? , ¿ Qué reflejo de mí está recibiendo.?.
No significa que seamos los culpables de las conductas de los demás y mucho menos de nuestros hijos , pero sí que somos responsables . Para ello, al tratar de modificar la conducta es importante analizar tanto la conducta, el comportamiento y la gestión emocional tanto de niños como de sus padres. Es un trabajo en equipo.

Errores frecuentes
Lo primero que solemos hacer de manera intuitiva con nuestros hijos es comunicarnos con ellos , como nos comunicamos con los adultos.
Es un error pensar que un niño es un adulto en pequeñito ya que ni su madurez ni su capacidad cerebral ni su capacidad de gestionar emociones, es la misma. Por esto, la comunicación debe ser con frases cortas que puedan entender y deben ser claras y específicas. Además, dentro de esta comunicación cada una de las órdenes debe darse de una en una y esperar la reacción . No podemos dar una información contradictoria porque esto hace que no se pueda generar esa modificación de conducta en los niños que son desobedientes.
Por ejemplo , si yo le estoy diciendo que no puede ver la televisión durante dos horas porque no ha no ha guardado su ropa ,a la media hora no puedo decirle que puede coger la Play. Su cerebro va a pensar que pase lo que pase siempre va a conseguir algo que le produzca placer.
Otro error muy frecuente ,que ya lo hemos comentado anteriormente , es siempre decirle las cosas que hacen mal. Durante el día nuestros hijos hacen cosas maravillosas, hacen cambios, viven momentos diferentes, establecen otro tipo de relaciones, y no los tenemos en cuenta.
Mostrar interés, reconocer que nos hemos dado cuenta y felicitarle cada vez que lo hace bien , permite que las conductas que queramos cambiar se establezcan con mayor fuerza. Un ejemplo es , cuando está con su hermano tranquilo en el salón y no se han peleado durante unas horas. Siéntate con ellos y dile cómo te ha gustado que estén así durante estas dos horas, dile que la mamá y el papá se sienten muy orgullosos de este cambio y os gustaría que se repitiera más a menudo.

Los adultos nos establecemos metas con fines u objetivos que nos marcamos, en muchas ocasiones, inconscientemente. Esto no ocurre con los niños, ellos establecen retos a corto plazo, objetivos que puedan cumplir y que puedan hacerle ser mejores. Por ello, debemos estar ahí y reconocer cualquier mejora aunque sea una mínima parte de lo que nosotros esperamos. Sin embargo, cuando establecemos una técnica y queremos ver los avances, no podemos pasar de una mala conducta a una buenísima en solo una semana pero estoy segura que habrán pequeñas mejoras que , si las buscamos, no nos pasarán desapercibidas.
A medida que el niño va creciendo y va madurando podemos ofrecerle alternativas para que pueda elegir qué es lo que quiere realizar o cómo quieres hacerlo. Es el caso de la adolescencia.
Cuando un niño es adolescente pasamos a otra etapa. A una etapa en la que lo más importante es su entorno social, su imagen corporal, y gustar a los demás. En ese círculo no están sus padres y sus hermanos ni sus familiares.
El adolescente quiere dirigir su vida, quiere tomar decisiones, y quiere aportar cosas positivas a su entorno. Un entorno diferente al nuestro. Esto no es fácil, porque lo que quiere hacer el adolescente en muchas ocasiones choca contra nuestras creencias o con nuestra forma de pensar. Pero , nosotros hemos sido también adolescentes, hemos sentido igual que ellos y hemos evolucionado hacia adultos responsables, seguro que ellos también lo harán.
En este aspecto, es importante llegar a un acuerdo y permitir que nuestro hijo pueda elegir siempre dentro de un límite y un orden ,establecido a priori ,por el núcleo familiar. Es el caso por ejemplo de decidir la hora de llegar a casa. Se debe establecer un límite consensuado .Ellos no quieren límites, pero se debe establecer un límite consensuado por ambas partes para que, si el adolescente no lo cumple, sepa cual es la consecuencia . Entonces , podemos establecer con ellos un horario que no esté solamente vinculado a una hora si no a una franja.
Por ejemplo lo que hasta ahora decimos es: “ Te quiero en casa a las 11:00 y si no llegas no saldrás más y estarás castigado” . Bien, esto da pie a que el adolescente no venga a esa hora y ponga a prueba a sus padres.
Aquí limitamos su actuación y su actuación por lo que en cerebro del adolescente lo bloquea . Sin embargo ,algo así : “ Cariño, que te parece si puedes quedarte desde que te vas a las 18:00 h hasta las 23:30h , pero por favor a las 22:00 mándame un whatsapp para saber que estás bien y dónde estás. Me gustaría dejarte salir más noches y que confíes en mi pero para ello tú debes estar aquí a esa hora límite. Te parece? “ Aqui estás preguntando por su opinión y dejas la puerta abierta para negociar la hora y la consecuencia si no lo cumple. Esto si que es aceptado por su mente . Es una manera de comunicación completamente diferente, establecida en una unión donde ambos colaboran no existe jerarquía y ambos pueden evolucionar juntos.

También tenemos los niños que tienen un comportamiento de oposición , de manera constante. No acepta un no por respuesta y no son capaces de realizar órdenes explícitas. En estos casos es mejor utilizar la distracción, es decir cuando él esté enfadado y esté frustrado por esa situación, debemos retirarle la atención y utilizar otro enfoque. Por ejemplo , en este caso un niño de seis o siete años está enfadado constantemente por qué no acepta una negativa por parte de sus padres. Es importante cambiar el tema y el enfoque, buscar una alternativa que no esté relacionada con el enfado, que no esté relacionada con la emoción que siente y que no esté relacionada con la situación.
Si tu hijo/a está enfadado/a porque tú le has dicho que no va a ver la televisión hasta las 18:00 de la tarde porque tiene que hacer deberes y se pone a la defensiva, te demuestra que esta enfadado/a, comienza a dar golpes . Aquí lo más importante es darle una información directa: “ cariño , mientras sigas haciendo eso la mamá no tendrá otro remedio que irse” , Si continúa con esa actitud los padres se van y lo dejan en el sitio solo, y si nos llaman le recordamos que debe pensar en lo que está haciendo.
Cuando vemos que la tensión se regula y el niño empieza a estar más tranquilo ,entonces podemos enfocarlo otro tema, por ejemplo : “ oye me ha dicho que tu amigo el otro día estuvo en la playa, te ha comentado cómo estaba el agua, si hacía calor y ¿ cómo disfrutó?”
De esta manera el niño , al reducir la tensión , que ha motivado este cuadro , comienza a estructurar otro tipo de pensamiento y de sentimientos en torno al tema que estamos tratando y así disminuirá mucho más la tensión. Cuando ya esté calmado y tranquilo y consideres que debes comentar alguna de las actitudes que no te han gustado , entonces préstale atención, habla con él y conecta con sus emociones. Por ejemplo : “ cariño, sé que antes te has enfadado mucho y entiendo que estés enfadado porque la mamá te ha dicho que no puedes ver la televisión pero, es por una buena causa es porque quiero que hagas deberes y que te hagas grande y que puedas dedicarte a lo que más te guste” .

Pautas para mejorar la conducta.
Cuando nuestro hijo no se comporte como nosotros le hemos pedido , debemos asegurarnos de que el mensaje ha sido oído, procesado, y entendido en su totalidad. Por ejemplo, si él está en el salón viendo los dibujos y nosotros estamos en la habitación doblando ropa y le pedimos que debe ir a la ducha desde la distancia, probablemente esto, no ocurra. Y mucho menos teniendo en cuenta que lo que está haciendo es algo que le gusta , que a nivel cerebral se traduce como la activación de la zona del placer. Pero si lo que hacemos es acercarnos al salón, mirarle a los ojos, pedirle su atención, cogerle de la mano y decirle que debe ducharse y que tú le vas ayudar a conseguir su objetivo, existen más posibilidades de que si el niño ha escuchado, ha procesado, y ha entendido el mensaje, pueda obedecer.
Cuando esto no ocurre, cuando establecemos un mensaje sabemos que lo ha entendido y que lo ha procesado y no existe ninguna respuesta podemos usar otras técnicas:
1- Negarle la atención es decir ,no hablarle, no mirarle incluso en muchas ocasiones, salir de la habitación. Esto le hace ver que no estás de acuerdo con esa actitud .
2- Ayudarle a reforzar todas las conductas no solo las negativas sino todas las conductas correctas. Estamos pendientes de todo lo que hacen mal pero cuando lo hacen bien de forma sistemática, debemos reforzar ya sea verbal, ya sea con contacto ya sea en forma de premios etc..
3- Establecer consecuencias negativas : debemos informar de que su actitud conlleva una consecuencia negativa, como la retirada de aquello que le gusta , que le genera placer: ver la televisión, pintar en el salón, jugar a la consola, o retirarle el teléfono móvil.
4- Permitir y practicar la paciencia . Debemos darle tiempo a los cambios de conductas. Pensamos que al cambiar una pequeña conducta y estar una semana realizandolo va a tener efecto y cuando no ocurre ,nos frustramos y dejamos de realizar las técnicas. Para cambiar una conducta se debe estar al menos de manera persistente realizando la misma técnica ,entre 21 y 25 días y así nuestro cerebro , captar al mensaje.
5- Analizar la desobediencia. La desobediencia es parte de la evolución normal del niño, no solamente desde los dos o tres años que es cuando empiezan a ser conscientes de su entorno ,sino también ,en adolescentes donde viven una contraposición de sentimientos y de pensamientos.

Este es el momento de estar con ellos, avanzar con ellos en las diferentes etapas por las que se encuentra y de poder establecer límites que nos permita que nuestra convivencia sea mejor.
Dra Vanessa Dominguez Ubeda. Médico de familia y Coach de salud emocional .
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